Desde Barcelona con amor

Si nos pusiéramos a rebuscar y contar todas y cada unas de las historias negras surgidas en la categoría de juveniles nos quedaríamos atónitos solo de pensar que, en cantidad, es equiparable a la de adulto. De todos es sabido que la educación de la mayoría ( aunque no todas ) de las personas que acuden al falla a ver cantar a los niños brilla por su ausencia.

Una tarde tuve que asistir al coliseo para ver la actuación de mi sobrino, el cual, hace diez años casi ni sabía trotar por el escenario y hoy día defiende como nadie la formación de una de las chirigotas de las denominadas “importantes”. Recuerdo con desagrado, pena y vergüenza ajena que le tocó el turno a otra chirigota venida de fuera de la capital. Me quedé asombrado cuando esta agrupación recibió pocos aplausos y un alubión de insultos, silbidos e incluso a un mal nacido, botarate y advenedizo representante del gracejo capitalino se le ocurrió realizarse como persona al arrojar una botella de agua a las tablas donde estaban cantando chiquillos que no creo que superasen los 11 años de edad.

Este no es más que un triste ejemplo de muchos casos que han hecho que el señorío carnavalesco y hasta la hospitalidad se nos vaya por el sumidero. Pero nada comparado con lo de aquel año 1993 (o 94, no recuerdo con exactitud el año). Hasta ese año la casa de Cádiz en Barcelona presentaba su tradicional comparsa juvenil y femenina. Esa fue la última vez. Por las razones que a continuación les expongo: Creo recordar que esta comparsa pasó a la final pero también me vienen algunas lagunas en mi memoria que me dicen que no fue así, lo cual sería peor todavía si cabe. Lo único que recuerdo con exactitud es a una marabunta de madres e hijas con cara de susto y expectación siendo perseguidas por una marabunta aun mayor de componentes, amigos y familiares de otra agrupación. Además de perseguirlas y corretearlas les arrojaban cuantas bolsas de basuras habían a su paso hasta que llegaron a arrinconarlas en una de las calles colindantes del falla y hasta ahí prefiero contar. No se cual fue el móvil de esto, me contaron que la agrupación perseguidora era un cajonazo que no se había tomado demasiado bien que una comparsa venida de lejanas tierras les quitaran SU sitio en la gran final. Pero también me viene la versión de que la agrupación perseguidora era la que ganó aquel año, con lo cual, ese comportamiento solo puede catalogarse de hijos de puta. No te conformas con ganar tienes que pisarle la cabeza al contrario y si el contrario es una mujer más valiente eres. Esa fue la gota que colmó el vaso. No merece la pena venir de tan lejos para llevarse un disgusto de ese calibre. A mi me resultaría traumático y no tengo dudas de que odiaría a esta ciudad por los siglos de los siglos.

Pero a veces me da por pensar que imagen damos o que imagen queremos exportar. Se que son casos puntuales y que quizás no debamos aglutinar a todo un pueblo por el comportamiento de unos cuantos mamarrachos. Pero con anécdotas como esta yo solo puedo sentir vergüenza.